domingo, 3 de julio de 2011

Historia desde el patio.

Los dos equipos estaban enfrentados en el "Juego del balón" lo importante era quedarse en el campo del juego propio. Aquel que intentaba atrapar la pelota y se le caía tocando el piso, luego de un lanzamiento, o bien la pelota picaba cerca de él, quedaba fuera de juego. Así todos fueron saliendo hasta que Hernán, quedó último, el sobreviviente. Tenía que tratar de "quemar" a algún contrario, solo quedaban dos en el otro campo. Si Hernán lograba hacer picar la pelota sin que la pudieran atrapar, todo su equipo volvería a entrar.
Muy lentamente, Hernán se agachó y tomó la pelota. Sus compañeros esperaban el resultado desde afuera. Dos bandos se habían formado, los que alentaban y los que callados solo observaban. Todos vimos esa jugada en cámara lenta. Hernán lanzó con todas sus fuerzas, fue un tiro arriesgado muy cerca de la línea del campo neutral. Joaquín voló hacia el balón, que golpeó su antebrazo y se elevó tocando unos segundos después el piso. Hernán gritó y todos sus compañeros entraron en la cancha, lo abrazaron y lo levantaron en andas. Con esa jugada todos pudieron participar nuevamente del juego y unos minutos después su equipo ganaba el partido.
Algunos años más tarde, me encontré con Hernán, que estaba terminando la secundaria. Recordó aquel momento con afecto y alegría. Conversamos un rato de su vida, de mía y nos despedimos hasta algún otro momento. Ese día por segunda vez había tenido la oportunidad de comprender la profundidad pedagógica que los juegos generan en los niños. "Nosotros los docentes no tenemos mucha idea de la magnitud de los acontecimientos que desencadenamos cuando realizamos cada una de las actividades". Es como si pasáramos mecánicamente, sin emociones y afecto para su entendimiento y su proyección real en los niños.
Aquel juego no fue olvidado por Hernán, le sirvió para estructurar logros personales, su autoestima y crecer en el camino de la vida.